Como parte esta cultura, los empleos dentro de Campo Vivo son 100% incluyentes. Así fue como llegó David Eliseo a la empresa, quien fue diagnosticado con osteosarcoma a los 17 años. El cáncer le arrebató una pierna y la mitad de un pulmón, a pesar de esto, David se formó cómo atleta de alto rendimiento (salto de longitud, sprint y bici de montaña). Hoy David es un profesionista exitoso, Gerente de Responsabilidad Social en Campo Vivo.
CIMAS DE LA ESPERANZA es una iniciativa en la que jóvenes sobrevivientes de cáncer se unen para dar una esperanza de vida a los niños y jóvenes que padecen cáncer y darles testimonios de superación y de una vida de satisfacción y orgullo después de superar la enfermedad.
David, Ximena, Karla, Rosa, Víctor, Camila y Alicia, quienes han sobrevivido a distintas formas de cáncer en más de una ocasión, pasaron días de autodescubrimiento, compañerismo y orgullo al entrenar su cuerpo para llevar a cabo la conquista de la cumbre más alta de México.
Emilia y Valeria, dos jóvenes chicas de origen francés fueron arrebatadas por la leucemia a la familia Dornier. Sus padres, Pierre y Charlyne decidieron homenajearlas fundando “semons l espoir” (Sembrar la Esperanza) en su país de origen, con la finalidad de mejorar las condiciones de hospitalización de niños enfermos de cáncer. Antes de partir, Emilia, la segunda hija de la familia, creó en 1994 junto a sus padres el proyecto “sommets de l’espoir” (cumbres de la esperanza), buscando ofrecer a niños y jóvenes que padecen cáncer, testimonios de superación y de una vida de satisfacción y orgullo después del cáncer.
Para 2020 del otro lado del atlántico, Mateo Dornier, empresario en México, funda en honor a sus hermanas, CIMAS DE LA ESPERANZA. Ofreciendo a jóvenes mexicanos las mismas oportunidades que sus padres y hermanas a supervivientes del cáncer, apoyándose en el liderazgo del joven David Eliseo Hernández para dirigir este proyecto.
“El haberme diagnosticado con cáncer a los 17 años, ha sido una de las experiencias más difíciles de mi vida. Nunca creí superar esta enfermedad jamás, sin embargo, lo vencí en dos ocasiones. Pero lo más complicado empezaba con mi nueva vida de sobreviviente con discapacidad. Como la mayoría de mis compañeros, reincorporarse a la sociedad es un tema delicado, muchas veces desatendido. En el 2019, volviéndome líder del proyecto Cimas de la Esperanza, encontré la oportunidad de ayudar y acompañar a personas sobrevivientes y demostrar que hay vida después del cáncer. La cordada paciente, familiar y médicos, como la cordada sobreviviente, familiar y guías, son la clave para llegar a remisión o lograr la cumbre. El paralelo entre la montaña y el hospital toma su fortaleza cuando los participantes intercambian sus historias de vida entre ellos y con los guías”, comentó David Eliseo Hernández, Gerente de Responsabilidad Social de Campo Vivo.
En 2020, CIMAS DE LA ESPERANZA comenzó a reunir a un grupo de mexicanos entre 18 y 40 años, todos sobrevivientes de cáncer con un objetivo común: conocerse y superarse en la montaña, intercambiar y dar un testimonio fuerte de resiliencia: ¡Existe una vida después del cáncer!
Y cómo ninguna meta puede ser más grande que estar y sentirse plenamente vivo, eligieron al Citlaltépetl (Pico de Orizaba) como objetivo, la montaña más alta de México y la tercera más alta de América del Norte.
Cesar y Miguel Mendoza, son dos hermanos poblanos, apasionados al alpinismo, formados cómo guías de montaña, fundadores de ICE & ROCK, compañía de excursiones de altura en México, decidieron integrarse al proyecto cómo asesores técnicos. Elaboraron planes de entrenamiento para todos los participantes, encabezaron las salidas y excursiones de preparación, pero aún más importante, impulsaron a todos los participantes a conocerse a través de una experiencia única, la montaña.
Cesar, 34 años: “El proyecto de CIMAS representa la oportunidad de decirle al mundo que hay un grupo de personas de diferentes edades y condiciones que cuentan con una combinación de capacidad física, mental, y que bien dirigidos y enfocados pueden lograr objetivos que pudieran parecer imposibles. También es un medio para decirle a los jóvenes que están en tratamiento que hay mucho por vivir y que la vida aun nos tiene sorpresas por develar”. (Foto. Cesar Mendoza con Rosa
El cerro del Tepozteco, la Malinche y el Iztaccíhuatl fueron testigos de la intensa preparación y el espíritu indomable del grupo antes de su gran aventura. La pandemia de COVID-19 suspendió los preparativos en grupo, dejando a cada uno de los participantes entrenando por su cuenta. Lamentablemente en la espera de mejores condiciones post-pandemia, Charly, un joven integrante de CIMAS, originario de Veracruz y estudiante de la Universidad de Chapingo, perdió la batalla contra la enfermedad. El grupo acompañó a Charly hasta el final y al despedirlo decidieron continuar su preparación y llegar hasta la CIMA en su honor.
“CIMAS, al haber llegado a nuestras vidas en el momento más difícil para mi hijo y su familia, nos ayudó emocionalmente, para motivarlo a seguir luchando. Mi hijo encontró un motivo para no dejarse vencer y sobre todo encontró una gran familia. Carlos fue de los primeros participantes del programa en 2020. Logró subir a más de 4500 metros en el Iztaccíhuatl. Cada una de las salidas le daba fuerza y esperanza, regresaba lleno de emociones. Ya no podrá estar físicamente en la montaña, pero estará en nuestras mentes y corazones.” Comentó la mamá de Charly, quien recayó de cáncer en el año 2021.
El 22 de noviembre pasado, el grupo salió de la Ciudad de México para llegar a Tlachichuca de Puebla, a la casa de la familia Canchola, quienes se han dedicado a la expedición de montaña desde hace más de 50 años. Joaquín y Maribel se encargaron de ofrecer una agradable base de operaciones para el grupo. Desde aquí, el equipo técnico de ICE & ROCK conformado por Miguel, Cesar, Marta, José, Jesús, Adrián y los porteadores, realizaron los preparativos para llevar al grupo hasta el techo de México, la cima del Citlaltépetl (Pico de Orizaba) a 5,636 metros sobre el nivel del mar. (Foto: David entrenando en piedra grande)
Al día siguiente, todo el grupo, sobrevivientes, acompañantes, guías de montaña, porteadores y cocineros se trasladaron al campo base de la expedición, el refugio Piedra Grande situado a las faldas de la imponente montaña.
Ese mismo día por la tarde, se hicieron caminatas de aclimatación, pruebas de equipo, prácticas y simulación de ascenso de glaciar. David, Camila y Ximena, tres integrantes del grupo a quienes el cáncer les amputó una pierna, probaron sus equipos de ascenso y las diferentes técnicas consideradas por el cuerpo técnico para la escalada. El ánimo de proeza dominaba al grupo, nunca en la historia, algún mexicano amputado había sido capaz de llegar a la cima.
Por la noche en el refugio, a 4200 m de altitud, el grupo se preparaba para descansar antes de empezar el ascenso muy temprano. Fue ahí, con un frío que penetra los huesos, que el grupo compartió su calidez de corazón. Supervivientes y familiares compartieron sus testimonios de lucha contra la enfermedad.
Estefanía, madre de Camila: “Acompañar a mi hija, diagnosticada en 2017, ha sido una gran experiencia. Compartir experiencias de cáncer con otras personas no es algo sencillo. Poder hacerlo con gente que vivieron lo mismo es más fácil, más natural. Aquí todos tenemos las mismas cicatricesFoto: Grupo a 4200 metros sobre el nivel del mar, en Piedra Grande.
Karla, 28 años, diagnosticada en 2011 con enfermedad de Hodgkin, un cáncer que se desarrolla en el sistema linfático: “CIMAS DE LA ESPERANZA fue un reto y una de las mejores experiencias que he tenido. El conocer más sobrevivientes con las mismas ganas de vivir que yo me llena de esperanza y de fé. El aprendizaje que me llevo de esta experiencia es que muchas veces se me olvida lo que ha hecho mi cuerpo por mí y una vez más lo puse a prueba. Me volvió a demostrar que soy capaz de lograr lo que yo me proponga, y que la mente es más fuerte que el cuerpo” (Foto. Victor, Ximena, David, Karla y Camila en el refugio.)
El 24 de noviembre, el grupo partió del refugio al campo base de altura, a 4900 msnm, cómo última etapa de aclimatación antes del ascenso final. El frío, la nieve, el cansancio y el nerviosismo no perturbaron las ganas de superación y determinación. Una vez más, los integrantes del grupo aprovecharon la ocasión para compartir sus experiencias de vida antesy después del cáncer.
A las 3 de la mañana del 25 de noviembre, 4 supervivientes y sus guías salieron a conquistar la cima. Su objetivo era subir el glaciar y llegar al cráter en 6 horas. Para David, llevar una prótesis de 14 kg e impulsarse con una sola pierna hasta ahí, no fue sencillo, el agotamiento lo forzó a quedarse en el campamento de altura, no subiría más, pero parte de él sí lo haría. Con toda solidaridad y sentido de grupo, Víctor tomó la prótesis de David y con ayuda del cuerpo técnico la llevó hasta la cima.
Para Víctor, 30 años, diagnosticado de cáncer a los dos años, con una retinoblastoma, “No fue fácil porque mi voluntad y coraje fueron puestos a prueba. A pesar de lo difícil que sea el camino, siempre lo daré todo, lo disfrutaré, me sentiré orgulloso de mi, agradecido con dios. Me siento muy feliz de haber conquistado la cumbre más alta de México, es algo que voy a recordar toda la vida”.
Cada persona conquista una cima distinta, Cesar, Miguel y José saben que adaptarse a la montaña te permite ascender y para llevar a Ximena en muletas a la cima, tuvieron que replantear el ascenso.
Miguel pocas veces había visto tanta determinación:
“Observamos a Ximena en la caminata de reconocimiento con mucha fortaleza y muy bien adaptada al uso de los bastones. Tomando en cuenta las circunstancias y condiciones, el esfuerzo que realizo está muy por encima del estándar de personas que llegan a la cumbre. Técnicamente fue un reto. Teníamos que estar preparados para cualquier variable. Cargamos 300 metros de cuerda,
15 kilos de equipo de rappel, alimentos, bebidas calientes, guantes y chamarras adicionales, hasta un sleeping de pluma por si la temperatura bajaba
más y ya no lo pudiera tolerar. Este ascenso fue una de las experiencias más gratificantes de mi vida de guía de montaña. Nos hizo regresar a los orígenes del compañerismo y trabajo en equipo. Ximena es una guerrera, fue un honor estar en su cordada.” (Foto. Ximena llegando a la cima)
Llegar a cima es una vorágine de emociones y sensaciones encontradas, felicidad, dolor, paz, abatimiento, la euforia domina. La emoción le gana al grupo, Alicia y Rosa se abrazan, recordando todos los momentos difíciles como supervivientes y lo que significaba para cada una.
Rosa, a quien el cáncer de mama golpeó por partida doble en 2017 y 2019, “La vida es como una montaña, hay subidas, bajadas, tropezones y caídas. Pero lo importante es levantarse, tomar fuerzas y llegar a la cima”
Alicia, 31 años, a quien le detectaron leucemia a los 5 años, comenta: “Lograr la cumbre me enseño que los límites no existen y que hacer lo que te da miedo te hace valiente”
Ximena se arrodilló y colocó sus manos en la tierra del cráter del volcán. En este momento, Ximena se convirtió en la primera mexicana amputada de una pierna en llegar a la cima delCitlaltépetl a 5670 metros.
Ximena: “Cuando agarré la tierra, vi desfilar toda mi vida, el diagnóstico, los tratamientos, las cirugías, mi alta. Me sentí sumamente viva. Fue como renacer” menciona la adolescente.
En la cima, Mateo cumplió su promesa, rindió un sentido homenaje a quienes no pudieron acompañarlos en su camino a la cima, porque ya se encontraban en ella. Colocando las fotos de Charly, de su hermana y de su padre, quién partió de entre nosotros este mismo año, recordaron a los miembros y fundadores de este proyecto. (Foto. Emilie, pedro y Charly en la cima).
Esta edición fue un gran éxito. Nos enseñó que la solidaridad y el amor no tienen frontera, que existe una vida después del cáncer y que, con ánimo y perseverancia,
todos podemos lograr grandes cosas. El paralelo entre la lucha contra la enfermedad y ascender una montaña quedó latente. Dejamos un sólido mensaje de superación a toda la gente que sigue en lucha contra enfermedades.
Mateo, fundador: ”El proyecto de mi hermana cruzó el océano para dar oportunidad a jóvenes mexicanos de encontrarse a través de la montaña y descubrir que si se puede! Seguiremos luchando por el objetivo del programa y por incluir a más jóvenes mexicanos. Además, crearemos un puente de unidad entre México y Francia. Durante el verano 2023, una cordada mexicana ira a conquistar el Monte Blanco, punto culminante de Europa”
Fotos e información: Cortesía