Cuenta la leyenda que en el año 2750 a. C. un emperador chino se encontraba hirviendo agua bajo la sombra de un árbol de té salvaje, cuando una brisa sopló, algunas hojas cayeron dentro del contenedor dándole sabor y aroma que dejó al emperador intrigado. Al descubrir sus propiedades, se interesó en la infusión de las hojas del árbol del té y su delicioso sabor, por lo que instó al pueblo chino a cultivar la planta en beneficio de toda la nación.

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